Pisando las sombras

Entre grietas y baldosas recorro todas las mañanas el mismo camino, con igual destino. Mis ojos atraviesan el horizonte, viajando más allá del cielo, hasta los sueños que nunca serán. Esquivando rayos de esperanza y raíces que excavan mis más profundas fantasías, dejo a la imaginación volar entre las posibilidades, los sentimientos y esos quizá que nunca verán la luz. Por unos minutos cambio mis zapatos por los suyos, mientras mi mirada se funde con el rutinario paisaje. No hay manera de detenerlo una vez que empieza, solo termina cuando el destino está cerca, inevitable, con la certeza de que al día siguiente volveremos a volar. Los sueños vienen y van, sin previo aviso ni remedio, dibujando sonrisas a veces y aflorando lágrimas en otros. Lo imprevisible del camino es lo que me invita cada mañana a salir a recorrerlo, sabiendo que cada ocasión será única e irrepetible. Aunque mis pies recuerdan el camino, siempre será diferente. Sin pisar las líneas de las cebras ni las de los azulejos, sé que mi destino es la realidad donde los quizá se desvanecen y el horizonte vuelve a dibujarse frente a mis ojos.

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