No pretendo escribir un artículo al respecto, pero sí que me gustaría reflexionar sobre una apreciación que he advertido recientemente.
Desde hace unos años, o por lo menos desde que estudié la carrera, se habla mucho del «necesario cambio en los métodos del profesorado», de que es necesario hacer cosas nuevas, de que los maestros debemos ser innovadores y creativos, de que hay que dejar atrás la escuela que nosotros vivimos… y todas esas ideas están muy bien, y siempre las he compartido, partiendo de la base de que pienso que la principal labor de los profesores es hacer que a los niños les apasione aprender.
Pero en la práctica no todo es tan idílico, ni se deben dejar algunos de esos «métodos de la vieja escuela» de lado, en mi opinión. Y estoy hablando de la disciplina, el respeto y la responsabilidad que antes los niños traían aprendida de casa, y se mantenía en la escuela. No hablo de castigos, deberes o la clase magistral, estoy hablando de educación.
Desde mi experiencia, es una realidad que con cada generación determinados valores como el respeto hacia lo colectivo, el orden en el trabajo… son valores que se han ido perdiendo, y si en la escuela no les damos la importancia que ya no existe en los hogares, entonces terminarán por desaparecer.
Por supuesto también es idílico pretender que un educador haga la labor de la familia, pero no por ello debemos dejar de transmitir unos valores que desarrollan íntegramente a nuestros alumnos y les servirán para toda su vida.